viernes, 4 de mayo de 2012

Consenso sin Washington

 
Por: Luis Bilbao (Revista América XXI)
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“Consenso sin Washington” es mucho más que una frase feliz del canciller venezolano Nicolás Maduro para sintetizar lo ocurrido en la Cumbre de las Américas. Es la descripción de un vuelco histórico: Estados Unidos y Canadá quedaron en Cartagena frente a frente con el conjunto latinoamericano-caribeño.
Algo decisivo se quebró para siempre en esa reunión. Aunque hay antecedentes, cuyo resumen muestra la lógica interna del acontecimiento.
El hecho decisivo había ocurrido tres años antes, cuando los gobiernos del Alba llegaron a la cumbre de Puerto España con la  Declaración de Cumaná, una proclama estratégica sin precedentes, con el socialismo del siglo XXI como horizonte.
Antes, en Mar del Plata en 2005, se había roto la hegemonía imperial, cuando quedó sepultado el Alca. Pero los nombres visibles de esa derrota neta del imperialismo (los 5 mosqueteros, los llamó Hugo Chávez –cuatro miembros del Mercosur y el propio presidente venezolano) no tenían programa ni estrategia comunes, como quedaría a la vista en los años posteriores.
Entre la cumbre en Argentina y la de Trinidad y Tobago la fuerza subterránea que acorraló a George W. Bush tuvo su plasmación programática y estratégica: el Alba se constituyó como alternativa regional.
Al evaluar el impacto de alcance mundial de la Declaración de Cumaná frente a los mandatarios del hemisferio decía América XXI: “Partió aguas y comenzó a gestar una nueva relación de fuerzas a escala mundial. Los presidentes del Alba rechazaron el borrador preparado por Estados Unidos e hicieron oír una voz nueva, fresca y potente”. Aquel balance llevaba a una conclusión tajante: “Ha fracasado la primera fase de la contraofensiva estratégica estadounidense en el hemisferio. Todo el despliegue que llevó a una victoria de la Casa Blanca en la reunión del G-20 el 2 de abril (de 2009) en Londres, donde 19 mandatarios se alinearon sin chistar con la voluntad imperial, se estrelló en la Vª cumbre de las Américas”. Tres años después, aquella esbozada nueva correlación de fuerzas globales tomó cuerpo en Cartagena.
A la luz de esta progresión histórica puede decirse que entre el 9 y el 15 de abril, con el debate de cancilleres primero y la cumbre como colofón, sufrió un severo traspié una segunda fase contraofensiva de Washington, combinada ésta con la Unión Europea y apuntada a sanear los cimientos del mecanismo capitalista.
El revés tendrá presumiblemente como resultado la muerte de esta herramienta de dominación creada por William Clinton en 1994 y denominada cumbre de las Américas. Obama condicionó la inclusión de Cuba en este organismo a los cambios que Washington exige en la isla desde hace medio siglo. Es decir, la rendición de la Revolución. El Alba adelantó que sin Cuba no participará en el programado encuentro de Panamá en 2015. Con menos relieve, Brasil y Argentina hicieron el mismo compromiso. No cabe considerar la posibilidad de que Cuba se arrodille. Y es poco probable que Obama o su eventual sucesor esté dispuesto en tres años a retractarse de semejante condición.
En cuanto a Malvinas, es claro que en el actual cuadro hemisférico el compromiso latinoamericano con la descolonización no puede dar marcha atrás, así como tampoco Estados Unidos puede romper su alianza con Inglaterra. No parece exagerado, por tanto, afirmar que la cumbre de las Américas irá a hacerle compañía a otra víctima de la potente fuerza subterránea que surca el continente: la Cumbre Iberoamericana, a lo que sólo resta extenderle el certificado de defunción.
Inédito es entonces el espacio con el que cuenta la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), para afirmar un nuevo cuadro institucional hemisférico.
Ahora bien: la propia dimensión de lo que está en juego garantiza respuestas duras de parte de la Casa Blanca. La aludida contraofensiva global estratégica del capital en crisis, aun debilitada por el revés en Cartagena, tuvo allí mismo un nuevo hito en su proyección.
No es por acaso que el presidente ecuatoriano Rafael Correa denunció días después una conspiración golpista en su país, anidada en cenáculos militares ya retirados del servicio activo. Está a la vista la escalada desestabilizadora contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Y supera todo lo visto la campaña mediática para convencer al mundo de que Venezuela se desmorona por la enfermedad de Chávez (ver pág. 14). Como resultado de sus propios éxitos, América Latina afronta una riesgosa coyuntura.




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