domingo, 30 de septiembre de 2012

Bordón elogia la apertura de la "cátedra Argentina"

Una iniciativa positiva que no hay que defraudar

Por José Octavio Bordón (Perfil)
 
Es una buena noticia que se instale una cátedra argentina en la prestigiosa Georgetown University en Washington DC. Abrir este tipo de espacios es un instrumento que, bien utilizado, puede cooperar a incrementar la calidad de la presencia argentina, la defensa de sus intereses y mejorar las relaciones bilaterales. No sólo es útil y necesario en instituciones de los países más desarrollados sino también en los vecinos de la región y en naciones emergentes, como puede ser el caso de India y China, entre otros.
Que la presidenta Fernández de Kirchner tomara la responsabilidad de dar la conferencia inaugural refuerza en los observadores la importancia que la Argentina le da a este hecho y genera un interés adicional. Seguramente por su experiencia como diputado en la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso Nacional y embajador ante las Naciones Unidas, Jorge Argüello debe haber tenido en cuenta todos estos aspectos.
Es de esperar que el desarrollo futuro de esta cátedra responda a las expectativas que en el país del Norte se generan frente a este tipo de emprendimientos. Se supone que prioritariamente debe ser un espacio de información, debate y diálogo de la sociedad argentina con los EE.UU. y el mundo. Con los grandes desafíos que nuestro país y la región tienen frente a la sociedad del conocimiento y su coetáneo proceso de interacción global. En un segundo nivel, debe funcionar como ámbito de análisis de los temas centrales del Estado argentino y recién en última instancia como tribuna del circunstancial gobierno.
El pluralismo y el debate de ideas con coraje y sin concesiones ni agresiones es la columna vertebral del sistema universitario en EE.UU. y en la mayoría de las universidades de las sociedades democráticas. Hablo desde mi experiencia como docente argentino y como profesor invitado de Georgetown University en 1992. Mi mujer, Mónica, fue investigadora en la misma en ese período y estuvimos trabajando nuevamente en 1998 y 1999.
En 1992, junto al curso que dicté sobre la historia argentina de 1930-1990 en el mismo centro en el que se instala ahora esta cátedra, estuve también becado en el Woodrow Wilson Center para analizar la relación entre democracia y economía en Latinoamérica. Mi presentación final en Georgetown University buscó armonizar ambas tareas con una conferencia titulada “El Muro de Berlín cayó de ambos lados”. Se había derrumbado el imperio soviético y comenzaba a surgir la idea del Washington Consensus.
Junto al reconocimiento de la importancia que debían tener la salud y la responsabilidad de las políticas macroeconómicas para la estabilidad democrática y el desarrollo económico social, alertábamos sobre los riesgos de no buscar estrategias adecuadas para armonizar estabilidad con crecimiento, crecimiento con empleo y empleo con justicia social.
Entre los presentes estaban connotados conservadores y progresistas, demócratas y republicanos. Las preguntas y las críticas fueron respetuosas, pero amplias e incisivas. Me sentí cómodo. No por una virtud personal especial, sino porque había presenciado durante ese año numerosas presentaciones de notables académicos, políticos y funcionarios norteamericanos que habían sido sometidos a similar y aun más exigente experiencia.
Entre julio de 2003 y diciembre de 2007, como embajador argentino del gobierno del presidente Néstor Kirchner ante los EE.UU., realicé presentaciones en universidades y centros de estudios en diversos estados de ese país y viví similares experiencias. Por todo ello mi convencimiento en que, seguramente, de la cátedra argentina se espera diversidad, pluralismo, debate y excelencia. Nuestro país y su gente tienen capacidad para realizarlo. Es un positivo emprendimiento que no se debería defraudar.

*Fue profesor de Sociología Política, senador nacional, gobernador de Mendoza y embajador ante EE.UU.

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